Son las ocho de la mañana, el sol de verano ya está sobre el cielo desde hace una hora y, a lo lejos, a unos trescientos metros, Fabricio, que camina zigzagueantemente por la espaciosa vereda derecha de la avenida San Felipe, escucha un melódico silbatazo de un heladero D´onofrio que, en condiciones normales, le habría obligado a esbozar una cremosa sonrisa de vainilla, pero que ahora solamente le recuerda al muchacho lo tarde que es, le predice el enojo de sus padres cuando entre a mitad del desayuno, le apretuja aún más el corazón encogido y le hace el camino aún más pesado. Su polo está vomitado y sobre sus hombros dormita Carlos, su mejor amigo, dando tumbos torpes y susurrando persistentemente “Qué bien chapa, carajo… Qué bien chapa”. Fabricio no le dice nada, no hace nada, ni siquiera se sacude las lágrimas que recorren lúbricamente sus cachetes, lo único que logra improvisar es sostener con más fuerza a su compinche y apresurar, aún más, el paso hacia su casa.
Al llegar su papá no le dirige la palabra, pues está furioso; y su hermano no lo mira, pues está asustado; cuando se da cuenta de la magnitud de su falta y se rinde de golpe baja la cabeza y dirige a Carlos, que sigue repitiendo obstinantemente las mismas palabras, al dormitorio de visitas que está a tres puertas de allí, frente al baño. Entonces; tras acostar a su amigo, quitarle los zapatos y acomodar su sudada cabeza sobre un par de almohadas de plumas; desbaratado por el impulso, trastornado por la impotencia, loco por la confusión, Fabricio silencia los ronquidos de Carlos, su brother, su cofrade, su hermano, con un golpe en la cara, con un puñete violento, cobarde, que impacta en su pómulo secamente, difumina un dolor mudo y embriagado y le arrastra un hilo de sangre con saliva hasta el mentón. Lo coge del polo, lo levanta del pecho, prepara un segundo castigo.
- ¿Fabricio?, Hijo, ¿Qué haces?- Grita su mamá desde la puerta. Entra desesperada y lo empuja con toda la fuerza que tiene. Hay un poco de terror en su voz, muchas sombras debajo de sus ojos, se nota que no ha dormido, que está asustada.
